
Miré mis manos, y algo me llevó al 2000. A la ventana blanca de la ciudad vieja. Al calor del asfalto, asfixiante calor. A la vida rendida. A los ojos sin alegría. Volví a la ventana blanca. Cuando miraba y no veía. Cuando no soñaba como un hoy recordaría ese ayer. Y las perspectivas que el tiempo no entiende. Y la esperanza que olvida el mañana. Y ahora es otra ventana. Y una sonrisa condescendiente acaricia esa mirada, porque era necesaria, para llegar hasta acá, para encontrarte a vos, y verme a mi.
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